cada lágrima te parte en tres, en dos o en mil
y aunque mi ojo sólo te pregunta dos o tres veces,
mi tripa se pregunta mil veces por qué,
por qué eres arquetipo y decisión ajena.
Para quién eres.
Por qué hablas para otro y no para ti.
Por qué no eres capaz de gritarte que ya no puedes más.
Por qué no das a una situación el tono de final y un tan-tan.
Por qué te dejas sitiar y sólo a tus manos dejas llorar.
Por qué mañana te encontrarás en el mismo lugar.
Por qué se ha vuelto tu ontología lo roto, lo desollado y lo pasivo alargar.
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