domingo, 24 de enero de 2010

Desde el ojo de Sartre: libertad y prójimo




(SEGUNDA ENTREGA)

Sartre compara el mundo con la lengua, la cual parecería que ya esta hecha y determinada, nos damos cuenta de que no es así cuando la usamos, sabemos de su constante cambio, sabemos que las palabras necesitan de un contexto y necesitan integrarse. Así, el mundo que se me opone cobra un sentido distinto desde y para mí, es decir, no se opone en el mismo nivel a mí que a otro.
Así como el lenguaje no se hablaría solo, las técnicas no existen por sí mismas, necesitan del actor. Las significaciones necesitan ser accionadas, es aquí donde aparece el acto, la elección, la libertad. Yo se de la técnica del habla, pero yo elijo qué hablo, cómo, a quién, para qué etc.
Ese mundo establecido tiene que ver también con las diversas “situaciones falsas”, de las que Sartre tiene muchos ejemplos en sus obras literarias. Una situación es falsa, si no es asimilada. El mundo dado está vacío si no actúo en él. El prójimo se configura como dador de reglas que no obedecen a mi proyecto personal, cómo habrían de hacerlo si yo no las hice, por lo tanto, me subordino en -alguna medida- a lo que “ya estaba puesto”, a la circunstancia.
El para-sí elige entre algunas significaciones ya dadas que el no eligió, por qué, porque el mundo se compone de otros para síes. Aunque el para sí surja en un mundo ya mirado esto no le quita libertad, sino que dentro de ese mundo ya mirado, dentro de ese mundo con el rostro de otros para-síes, está sentenciado a elegir. Esto es la elección dentro de la circunstancia. Como vemos, el otro, se vuelve una brújula, un indicador de fines, el otro es un constante revelador de lo dado. Pero a la vez, cuando uno actúa no ve en las técnicas, es decir, en lo dado, sino un fin individual. Sartre nos dice que los mecanismos que mueven estos actos individuales se convierten en reglas universales, así, las técnicas se historializan , pero esta historialización no detiene a la libertad sino que es parte de su mecanismo. La libertad sigue en juego en ese mundo “ya formado”. Sartre afirma: “Ser libre no es elegir el mundo histórico en que se surge sino elegirse en el mundo”[1]
Me interrumpo un momento: ¿y Marina? Marina -me enteré tiempo después- “eligió” no denunciar, eligió aceptar la violencia diaria, eligió perdonar a su esposo ¿preguntémonos ahora, qué en el mundo de Marina ya era circunstancia? o ¿qué cree ella que ya es su circunstancia? Marina asume que su situación está dada. Algunas técnicas la rodean, su historia familiar dice que no debe divorciarse, que eso que le sucede es “normal”, que debe "cargar su cruz", que su circunstancia “es así”.
Pongamos el énfasis ahora en el para sí y el otro. Veamos que “el otro” tiene determinaciones sobre el para sí que el para sí no ha elegido. Marina es para su esposo “tonta”, “es mujer”, "es inútil", etc. Determinaciones que Marina no ha elegido. Pero en el contexto de Marina “ser mujer” tiene un sentido de inferioridad, ella lo cree, es parte de lo que ha aprehendido durante toda su vida. ¿Qué sucede? que cuando nos enfrentamos a una técnica colectiva, esta cobra sentido sólo sobre el fundamento de nuestra elección. ¿De qué hablo? de que quizá alguna otra mujer en un contexto muy distinto al de Marina no le concederá peso a una expresión como “eres tonta” , es una determinación vacía, pero como he dicho, Marina sí se asume como tal, por lo tanto esas determinaciones que vienen del “otro” adquieren sentido en Marina, no son vacías.
Marina ve como parte del mundo, de lo dado, de lo ya configurado, su papel, un papel que está historializado y que ella lo cree regla universal. Ahora, su libertad sigue estando en juego, Marina sigue eligiendo, elige dentro de lo que ella considera circunstancial: “ser mujer significa sufrir”. Marina se elige en el mundo, se elige sin sobrepasar su circunstancia que cree que es estática, inmóvil, lo que ella decide es asumirla. ¿No podríamos preguntar por que no actúa? porque actúa, aun dentro del mundo que se le impone, lo que sí podríamos decir es que ella no ha tomado distancia de su situación, no tiene otra perspectiva que la de sus acciones concretas. Si ella lo hiciera, si se viera desde otra perspectiva a sí misma, vislumbraríamos lo que es el proyecto de un para sí hacia algo que no es. Hasta aquí, Marina esta en el simple padecer de lo que es. Para poder ver la perspectiva desde otro ángulo, tendría que afirmar su situación y hacer de ésta el móvil de su acción. ¿Cómo pensar que Marina arroje luz sobre su propia situación?

[1] Sartre, J.P., El ser y la nada, p. 545.

martes, 19 de enero de 2010

Actualidad en Sartre (primera entrega)


Desde el ojo de Sartre: Libertad
y Prójimo





El ojo que ves,
no es ojo por que lo veas,
es ojo porque te ve.

Antonio Machado.


Me he permitido usar de modo transversal a mi texto una anécdota, más aun, cuando mi reflexión se enfoca en una filosofía de la existencia.

Días atrás cuando comenzaba este texto, después de haber estudiado durante algún tiempo la historia de la filosofía, un estudiante me preguntaba: ¿por qué a Platón se le habría ocurrido –esa fue su palabra- hablar de dos mundos?, una pregunta difícil, dije, al momento de tratar de reflexionar junto con el estudiante sobre el asunto, nos detuvo una interrupción. Marina, una estudiante que me sobrepasa en edad, entró. Dejó a su hijo afuera. La cara entre rosa, roja y púrpura, dos golpes sobresalían del lado izquierdo de su frente y una mano en su costado derecho. Despeinada y con un tapabocas; los labios debajo, deshechos.

No puedo asistir a su clase –dijo- no esperaba obviamente que le preguntara por qué, ella sabía que su presencia me haría embestirla con mi lluvia de preguntas sobre su estado.

Platón y sus mundos quedaron olvidados, el estudiante con el que platicaba salió enseguida. Prevaleció la existencia, el instante. El relato comenzó: su esposo había decidido propinarle una golpiza por “descocada”. Marina se fue al Médico aunque agregué antes de su salida que más tarde podríamos hablar. Sólo dije una palabra: denuncia.

Silenciosa y con un leve temblor en la víscera, volví a mi computadora, pero mi cabeza rodó hacia los actos relatados por Marina. Sólo pensé ¿actualidad de Sartre? sí, he aquí.

Marina no denunció. Las razones: son ya muy conocidas, recordaré algunas que se tornan ya frases hechas: “no voy a poder sola”, “es mi marido” “yo no tengo trabajo”, “tengo miedo” y la que me dejó callada: “en realidad es bueno, sólo que a veces se le pasa la mano”

Ante lo dicho ¿cómo no reflexionar de nuevo y por siempre, sobre la libertad y el prójimo? En todo existir se implica la otredad, la alteridad nos acota con sus diversos significantes todos los días, el otro se torna mi punto de vista, la inquietud viene cuando la inminente presencia del otro nos des-cubre y des-cubre sus propios fines.

Una conciencia que “no soy” está y prevalece, significaciones que yo no “hice” o “puse”, están. Eso que me aqueja y conflictúa es el prójimo. Un mundo hay ya plagado de significados y no han dependido de mi elección. La pregunta es: estos significados ya puestos por otros ¿son, de alguna manera, muros a mi libertad? ¿Me someten?.

Vemos el mundo a través de lo que hacemos, la libertad parecería quebrarse ante lo impuesto. Si algo se me impone ¿Cómo es que soy libre?. Lo impuesto es lo que Sartre llama una “técnica colectiva”, lo ya dado. Técnicas colectivas son: saber caminar, saber hablar, saber distinguir lo verdadero de lo falso etc,. Así, el mundo se ha definido sin mí, yo no elaboré dichos significados, cuando llegamos al mundo, muchas cosas ya estaban dichas e impuestas. Esto nos revela la otredad.

El mundo se mira manifestando técnicas y más técnicas que yo no elegí y ello configura una variedad de sentidos que se me oponen. En “Eróstrato” esto es claro, el personaje reclama que haya ya un sentido colectivo en algunos asuntos y que estos lo determinen:

Soy libre de que me guste o no la langosta a la americana, pero si no me gustan los hombres, soy un miserable y no puedo encontrar mi sitio en el mundo. Ellos han acaparado el sentido de la vida. Espero que comprenda lo que quiero decir. Hace treinta años que tropiezo contra puertas cerradas sobre las cuales han escrito: “Nadie entre aquí si no es humanitario” […] No llegaba a separar de mí, a formular, los pensamientos que no les destinaba expresamente […] Sentía que eran suyos los mismos útiles de que me servía, las palabras por ejemplo: hubiera querido palabras mías. Pero aquellas de las que dispongo se han arrastrado en no se cuantas conciencias.[1]

Ahora bien, aquello que me aparece en el mundo como ya dado, ¿está ya dado y es inmóvil o adquiere nuevo significado dependiendo del contexto y las acciones?


[1] Sartre, J,P, El Muro, p.p. 118, 119






lunes, 4 de enero de 2010

Mi manera de comprometerme fue darme a la fuga
J. S.