lunes, 12 de octubre de 2009

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domingo, 4 de octubre de 2009

MagrittE y su pintura como lenguaje. Parte III


En la pintura de Magritte se articulan los colores, la líneas y los puntos, creando unidades significativas; figuras, que a su vez, se establecen en nuevos ordenes de relación distintos que en la realidad dada, creando complejos significativos, por ejemplo, esto es claro en la exageración del tamaño de los objetos usados por Magritte o los cuerpos incompletos, mitad mujer, mitad pez. Estas son las maneras de articular los signos, el modo de construir del artista, que sobrepasa los significados ordinarios y los modos de percepción habituales. Ahora bien, que se trascienda el significado ordinario no quiere decir que el uso creador que se hace de éste, no se condicione a ciertas exigencias del mundo humano. El modo de efectuar la creación, tiene detrás esa exigencia de lo real. En el cuadro "La gran familia" podemos atinar a decir que el ave tiene un cuerpo de cielo, porque sabemos que esas dos cosas, ave y cielo en la realidad se interrelacionan, el ave vuela en el cielo. Toda esta actividad de significaciones de lo real a lo transfigurado, nos dan la posibilidad de ver nuevos significados en lo transfigurado por el artista.

La pintura es lenguaje por que hay una remisión a lo real, pero para que la pintura funcione como lenguaje, no reina ni lo meramente arbitrario, ni lo absoluto. Si no nos remitimos a lo real, no entenderíamos -por ejemplo en un cuadro de Magritte- lo que no puede ser, no comprenderíamos ese encuentro inesperado y ese contraste de objetos a las que suele enfrentarnos este autor.

Cuando miramos una pintura no nos quedamos en la percepción cotidiana, sino que captamos los signos que forman parte de un sistema completo, íntegro. Miramos el modo en que se han configurado los signos, y esto sólo es posible dentro de un estilo. Para Sánchez Vázquez “el estilo es la lengua” del lenguaje pictórico. El estilo tiene que ver con el modo en que se construye la obra, así como las influencias que le dan una unidad de significado. Un pintor como Magritte, es efectivo sujeto de su historia, nace de un estilo, de una manera de percibir la realidad de su época. A lo largo de la historia se han venido desarrollando distintos estilos: el clásico, renacentista, barroco, etc. Estilos donde los artistas se desarrollan.


Magritte pertenece al periodo de las vanguardias del siglo XX, se le ubica, más específicamente, en el surrealismo. El surrealismo se da posteriormente al Dada que es un movimiento de vanguardia de constante negación. Muchas de las actitudes y preferencias del movimiento Dada son adoptadas más tarde por el surrealismo. Una de los parámetros de este momento artístico es la idea de libertad: [...] El problema de la libertad, pues, sigue siendo el problema fundamental del surrealismo [...] está en juego el destino del hombre, su fortuna o su ruina en la tierra.[1]

En esta corriente cuando se habla de libertad, se habla tanto de libertad individual como social. Con el surrealismo se busca transfigurar el mundo: "Es absolutamente imposible comprender el surrealismo sin tener presente este hecho."[2] El surrealismo se configura en una época determinada, con una variedad artística en todos los campos del arte, mostrándonos con su lenguaje, un modo de habitar y representar el mundo dotándole de nuevos significados. Esta forma de articular signos es su lengua, su estilo. Los temas de interés son plasmados en esta lengua. El surrealismo combina los signos atendiendo a cuestiones como el “automatismo psíquico puro”, la “libertad”, “lo maravilloso” o “la fusión de sueño y realidad”. Magritte , aunque no puede negar su inserción dentro de esta corriente, además de que él mismo lo veía como un movimiento revolucionario, no compartía todas las disposiciones del movimiento, por ejemplo, no invocaba, al modo de André Bretón, un belleza compulsiva, además, no rechazó el realismo, no se adhería a una concepción psíquica, no confiaba en el sueño como fuente de su obra; elementos que exigían el movimiento surrealista.

La pintura figurativa no es para el surrealismo una simple imitación de lo exterior, sino que a este exterior se le re-crea, pues las cosas sensibles se hallan sometidas a la gris usura de las costumbres, en este sentido, la pintura surrealista quiere subvertir ese orden de cosas creando mundos “maravillosos”. Mario de Micheli nos dice que “El artista surrealista, al dar vida a la imagen, viola las leyes del orden natural y social”[3] En este sentido, viola lo establecido, lo sobrepasa mediante el arte, pero nunca lo abandona.

En lo anterior se subraya que el surrealismo es un modo histórico de darse el lenguaje figurativo, tiene toda una manera de referir el mundo, lo que lo constituye un estilo. Veámoslo de otra manera, las obras de Magritte y Botticelli son dos modos distintos, dos lenguas diferentes dentro del lenguaje de lo figurativo, pues el tratamiento de los signos pictóricos difiere enormemente en un pintor del renacimiento y uno del surrealismo. Las convenciones del renacimiento no son las mismas que las del surrealismo, responden a distintos mundos humanos. Su lengua es distinta.

Por ejemplo, con respecto al modo de configurar su lenguaje, Magritte, como otros surrealistas, acerca repentinamente dos términos de la realidad que parecen inconciliables y, al afirmar su similitud provoca en el espectador el asombro total, logrando hacer circular lo imaginario. Este es un modo histórico característico de reunir los signos.

Trátese de una lengua u otra, la de Botticelli o la de Magritte, se parte de una realidad dada, transformándola en una nueva significación mediante el característico modo de entrelazar los signos pictóricos y de repartir las figuras relacionándolas en determinado orden en el espacio.

La historia hace venir un estilo que se desplazará por otro y así sucesivamente. Cuando un estilo ya no responde a las necesidades de su tiempo caduca, se agota, y viene uno nuevo a instaurarse posibilitando las exigencias surgidas. Así, el arte es un lenguaje en constante renovación, pues un lenguaje no funcionaría si fuese estático y no dinámico. Con respecto a la renovación en el arte René Magritte escribe en una carta a Bosmans en el año 1959: “[...] hay que decir siempre algo diferente de lo que se ha dicho. Si en la actualidad no nos fuese desconocido lo que usted escribirá y yo pintaré, en el futuro no haríamos otra cosa sino limitar estúpidamente, como curas, lo que se ha manifestado en otros momentos.”[4]

Una particular obra de arte no es sino la muestra de una realización artística de las muchas posibles dentro del desarrollo de un estilo. Un artista y su obra se generan dentro de un estilo, no pueden quedar al margen de este. Ahora, no se debe confundir la parte del estilo, la “lengua”, con una gramática o un sistema “a seguir”, un estilo no se refiere a la utilización de fórmulas y reglas pertinentes del arte, sino a que hay tendencias, creencias y fines comunes, eso es lo que marcará un estilo. Como nos dice Sánchez Vázquez: “El arte no se reduce a la lengua ni a una aplicación de ella; es su uso creador y, en alto grado un uso imprevisible de lo ya conocido o convenido”[5] El uso creativo de lo “dado” se puede dar de múltiples formas.

Habiendo establecido que la pintura es lenguaje, por que el artista transmite y comunica, transfigurando,lo real mediante un uso creativo , ¿qué sucede cuando la figura desaparece y nos encontramos ante una obra abstraccionista? Si la figura desaparece, no podemos remitirnos a lo real, pero esto no implica que la pintura pierda su carácter de lenguaje, si tenemos esa creencia será por que no estamos dando peso a la idea de que ver la pintura como lenguaje recae en el significado, es decir, en la transfiguración de lo dado y no en si hay un referente en la realidad, pues aunque lo haya, el artista lo transfigura, le da otro significado que el objetivo.

Lo dado adquiere su modo estético cuando forma parte de una totalidad que es la obra. Cuando se pierde la figura, es cierto que se pierde una unidad significativa, pero no desaparecen los elementos pictóricos (línea, color, sombra), elementos que de forma aislada, no tienen un significado, sino que lo adquieren cuando se unen, es decir, cuando se articulan integrando una totalidad.

Un color, por ejemplo, el verde, puede significar distintas cosas, en un mismo terreno o en varios, si este color se pone de forma específica, combinándolo con otros elementos y en un espacio determinado, puede integrar un significado que comunique por ejemplo vida, pero si se pone de otra forma puede también referirse a la muerte, si se le relaciona, por ejemplo, con la descomposición.

Cuando desaparece la figura no se tiene a las formas reales como referente, no se crea a partir de ellas, pero no por ello la pintura deja de significar, pues sigue mostrando los modos en que el hombre se relaciona con la realidad.

Lo figurativo recae en un “hacer ver”, mientras que lo no figurativo en un “hacer sentir”, pero ambos modos a su peculiar manera significan, comunican, transmiten. Un cuadro abstracto puede “hacer sentir” tristeza o alegría. La pintura figurativa no es “mejor ” que la no figurativa ni viceversa, son dos modos distintos de crear, cada una tiene su particular modo de abordar el mundo, articulando los signos a su manera pero siempre, por su creación de nuevos significados, funcionando como un lenguaje.


[1] Mario de Micheli, Las vanguardias artísticas del siglo XX, p. 174
[2] Ibíd., p. 176.
[3] Ibíd., p. 183
[4] René Magritte, Carta a Bosmans, 26 de Agosto, 1959, en Magritte Ideas e imágenes, por Harry Torczyner.
[5] Adolfo Sánchez Vázquez, “El arte como lenguaje” en Cuestiones estéticas y artísticas contemporáneas, p.125.

Bibliografía


DE MICHELI, Mario, Las vanguardias artísticas del siglo XX, Trad. Ángel Sánchez
Gijón, Alianza Forma, Madrid, 1983.

KONERSMANN, Ralf, La reproducción prohibida, trad. De Celia Bulit, Siglo XXI,
México, 1991

MACHADO, Antonio, Obras Completas, Tomo II, Losada, Buenos Aires, 1997.


MEURIS, Jaques, René Magritte, Benedikt Taschen, trad. De Carlos Carames,
Colonia, 1993.

SÁNCHEZ VÁZQUEZ, Adolfo, Cuestiones estéticas y artísticas contemporáneas,
FCE.México, 1996

TORCZYNER, Harry, Magritte. Signos e imagenes, Blume, Barcelona, 1978.