y cuestiona o establece mis actos.
Otra es la que me mira desde el espejo,
llora conmigo, me sonríe grotescamente,
o suelta una doble carcajada para matarme
con su ironía.
Ella, es la que me convierte, subyuga mi mente
y luego me consuela, la inconstante, la inconsciente,
la que ni Jekyll ni yo logramos controlar.
Ella vive en otro lugar pero siempre esta aquí,
aunque hay quien ha afirmado verla lejos de mí.
Yo miento, ella dice verdades a medias.
En ella no pasan las horas, a mí me derrumban.
Hay días que no la percibo pero presiento que es
una más de sus artimañas.