Sartre compara el mundo con la lengua, la cual parecería que ya esta hecha y determinada, nos damos cuenta de que no es así cuando la usamos, sabemos de su constante cambio, sabemos que las palabras necesitan de un contexto y necesitan integrarse. Así, el mundo que se me opone cobra un sentido distinto desde y para mí, es decir, no se opone en el mismo nivel a mí que a otro.
Así como el lenguaje no se hablaría solo, las técnicas no existen por sí mismas, necesitan del actor. Las significaciones necesitan ser accionadas, es aquí donde aparece el acto, la elección, la libertad. Yo se de la técnica del habla, pero yo elijo qué hablo, cómo, a quién, para qué etc.
Ese mundo establecido tiene que ver también con las diversas “situaciones falsas”, de las que Sartre tiene muchos ejemplos en sus obras literarias. Una situación es falsa, si no es asimilada. El mundo dado está vacío si no actúo en él. El prójimo se configura como dador de reglas que no obedecen a mi proyecto personal, cómo habrían de hacerlo si yo no las hice, por lo tanto, me subordino en -alguna medida- a lo que “ya estaba puesto”, a la circunstancia.
El para-sí elige entre algunas significaciones ya dadas que el no eligió, por qué, porque el mundo se compone de otros para síes. Aunque el para sí surja en un mundo ya mirado esto no le quita libertad, sino que dentro de ese mundo ya mirado, dentro de ese mundo con el rostro de otros para-síes, está sentenciado a elegir. Esto es la elección dentro de la circunstancia. Como vemos, el otro, se vuelve una brújula, un indicador de fines, el otro es un constante revelador de lo dado. Pero a la vez, cuando uno actúa no ve en las técnicas, es decir, en lo dado, sino un fin individual. Sartre nos dice que los mecanismos que mueven estos actos individuales se convierten en reglas universales, así, las técnicas se historializan , pero esta historialización no detiene a la libertad sino que es parte de su mecanismo. La libertad sigue en juego en ese mundo “ya formado”. Sartre afirma: “Ser libre no es elegir el mundo histórico en que se surge sino elegirse en el mundo”[1]
Me interrumpo un momento: ¿y Marina? Marina -me enteré tiempo después- “eligió” no denunciar, eligió aceptar la violencia diaria, eligió perdonar a su esposo ¿preguntémonos ahora, qué en el mundo de Marina ya era circunstancia? o ¿qué cree ella que ya es su circunstancia? Marina asume que su situación está dada. Algunas técnicas la rodean, su historia familiar dice que no debe divorciarse, que eso que le sucede es “normal”, que debe "cargar su cruz", que su circunstancia “es así”.
Pongamos el énfasis ahora en el para sí y el otro. Veamos que “el otro” tiene determinaciones sobre el para sí que el para sí no ha elegido. Marina es para su esposo “tonta”, “es mujer”, "es inútil", etc. Determinaciones que Marina no ha elegido. Pero en el contexto de Marina “ser mujer” tiene un sentido de inferioridad, ella lo cree, es parte de lo que ha aprehendido durante toda su vida. ¿Qué sucede? que cuando nos enfrentamos a una técnica colectiva, esta cobra sentido sólo sobre el fundamento de nuestra elección. ¿De qué hablo? de que quizá alguna otra mujer en un contexto muy distinto al de Marina no le concederá peso a una expresión como “eres tonta” , es una determinación vacía, pero como he dicho, Marina sí se asume como tal, por lo tanto esas determinaciones que vienen del “otro” adquieren sentido en Marina, no son vacías.
Marina ve como parte del mundo, de lo dado, de lo ya configurado, su papel, un papel que está historializado y que ella lo cree regla universal. Ahora, su libertad sigue estando en juego, Marina sigue eligiendo, elige dentro de lo que ella considera circunstancial: “ser mujer significa sufrir”. Marina se elige en el mundo, se elige sin sobrepasar su circunstancia que cree que es estática, inmóvil, lo que ella decide es asumirla. ¿No podríamos preguntar por que no actúa? porque actúa, aun dentro del mundo que se le impone, lo que sí podríamos decir es que ella no ha tomado distancia de su situación, no tiene otra perspectiva que la de sus acciones concretas. Si ella lo hiciera, si se viera desde otra perspectiva a sí misma, vislumbraríamos lo que es el proyecto de un para sí hacia algo que no es. Hasta aquí, Marina esta en el simple padecer de lo que es. Para poder ver la perspectiva desde otro ángulo, tendría que afirmar su situación y hacer de ésta el móvil de su acción. ¿Cómo pensar que Marina arroje luz sobre su propia situación?
[1] Sartre, J.P., El ser y la nada, p. 545.
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