Carta de Vincent van Gogh a su hermano Théo fechada en octubre de 1888.
(...) Esta vez simplemente reproduce mi habitación; solo el color tiene que hacerlo todo,
dando un estilo grandioso a los objetos con su simplicidad, llegando a sugerir un cierto
descanso o sueño. Bueno, he pensado que al ver la composición dejamos de pensar e
imaginar.
Las paredes son de un violeta claro. El suelo es de lamas rojas.
La cama es de madera y las sillas son amarillo mantequilla fresca.
Las sábanas y las almohadas de color verde limón y muy luminoso
La colcha de color escarlata.
La ventana verde.
La mesita anaranjado;el aguamanil, azul.
Las puertas, lila
Y, eso es todo. No hay nada más en esta habitación con las contraventanas cerradas. La
solidez de los muebles debe expresar un descanso firme.
retratos en la pared, y un espejo, y una toalla, y algunas piezas de ropa.
El marco -no hay color blanco en el cuadro- será blanco
esta es mi venganza por el descanso obligado que tuve que hacer.
No he representado ninguna sombra; sólo he aplicado colores planos, como los de los
grabados japoneses.
dando un estilo grandioso a los objetos con su simplicidad, llegando a sugerir un cierto
descanso o sueño. Bueno, he pensado que al ver la composición dejamos de pensar e
imaginar.
Las paredes son de un violeta claro. El suelo es de lamas rojas.
La cama es de madera y las sillas son amarillo mantequilla fresca.
Las sábanas y las almohadas de color verde limón y muy luminoso
La colcha de color escarlata.
La ventana verde.
La mesita anaranjado;el aguamanil, azul.
Las puertas, lila
Y, eso es todo. No hay nada más en esta habitación con las contraventanas cerradas. La
solidez de los muebles debe expresar un descanso firme.
retratos en la pared, y un espejo, y una toalla, y algunas piezas de ropa.
El marco -no hay color blanco en el cuadro- será blanco
esta es mi venganza por el descanso obligado que tuve que hacer.
No he representado ninguna sombra; sólo he aplicado colores planos, como los de los
grabados japoneses.
El
texto al que nos enfrentamos, una carta del mes de octubre de 1888 escrita por
Van Gogh a su hermano Théo, es ya en sí misma un ejemplo de las vicisitudes centrales de la biografía de Vincent van Gogh, puesto que dichos textos se
tornan documentos elementales para la historia del arte, dado que escuchamos el
discurso por voz del propio artista, acerca de sus preocupaciones no meramente
pictóricas, plásticas, temáticas y expresivas sino también emocionales,
pasionales y psicológicas. En este sentido, la subjetividad del artista se hace
palabra escrita y pintura.
En
esta carta, Van Gogh denota su apasionamiento por el trabajo pictórico en el
que está inmerso en La casa amarilla
de Arlés, aun siendo apenas un proyecto
la obra “El dormitorio de Arlés”, las ideas ya están en su cabeza, un mundo
interno le hace ruido y se da a la tarea de esbozar sus ideas en el escrito
para su hermano. La primera idea clave que aparece en lo que escribe es la de simplificación de las formas acerca de lo que pretende pintar, que es su propio
dormitorio, esta idea de simplificación lo une con Gauguin, quien lo visitaba en ese periodo de su vida, así
como la importancia del dominio del color para lograr dicha simplificación
agrandando las formas. La idea según Van Gogh es que mediante estos recursos se
genere una atmósfera de descanso y sueño. Lo que deja ver claramente la
obsesión del pintor por vincular los colores con ciertos valores simbólicos que
logren una mejor expresividad. Así, se va perfilando la visión de este autor
acerca de no reproducir de forma exacta sino de manera arbitraria la realidad.
Parecería
que en la proyección de la obra descrita, Van Gogh otorga a la simplificación y
uso del color el valor del descanso mental. Acto seguido, el artista menciona
los colores a utilizar, colores muy diversos, complementarios, azul/naranja y rojo/verde,
cálidos y fríos, descritos con calificativos que permiten sentir la viveza de la
pintura que aun se presenta
como un boceto mental del artista: “cuadros rojos” “amarillo mantequilla
fresca” “verde limón”. Esta descripción
remite claramente al periodo que está viviendo Van Gogh en Arlés, donde sus
obras presentarán colores muy intensos y brillantes, cargados de simbolismos. Paradójicamente,
el color blanco por ejemplo, que proyecta como marco del cuadro es aquí símbolo
de inquietud y el único lugar del cuadro que llamaría a la intranquilidad, lo
interesante es que el artista piensa en adherirlo en forma de desquite,
vinculándolo con un aspecto totalmente personal, que tiene que ver con su propia enfermedad,
que lo ha obligado a reposar. También se alude a la quietud y el reposo
mediante la forma de los muebles que agregará y los objetos que se
representarán en el cuadro. Los objetos son también símbolos y aluden a ciertos
significados, ello en toda la obra de Van Gogh. Así, “Entre las muchas
maravillas que constituyen el genio de Van Gogh, una es su misteriosa capacidad
para concentrar toda su atención, tanto visual como emocional, sobre cualquier
cosa que pintara, animada o inanimada, de forma que un zapato, un girasol, una
silla, un libro podían estar dotados de tanto contenido como un ser humano” [1]
Otro
aspecto, en el texto que analizamos, es que Van Gogh insiste, como parte de sus
preocupaciones pictóricas, en la total ausencia de sombras y la aplicación
plana del color. Todos los elementos mencionados, simplificación, yuxtaposición
e intensidad cromática, simbolismo cromático, generan una visión muy irreal de
lo real, pero parecen buscar una expresividad intensa y más esencial de las
emociones subjetivas del artista.
Tales
descripciones, se tornan un espejo del mundo interior y la complejidad
psicológica que vive el autor ante sus crisis nerviosas y sus periodos
depresivos y eufóricos constantes. Parecería que en esta obra la búsqueda
expresiva mediante recursos técnicos alude claramente a la paz mental que
perseguía el autor.
Van
Gogh ha reaccionado como otros postimpresionistas (sobre todo junto a Gauguin y Lautrec), al aspecto naturalista y
superficial del grupo impresionista, lo que es muy claro en su preocupación por
el color y su expresividad en sí mismo, aspecto que se tornará fundamental para
la pintura del siglo XX. El color es un lugar central de valoración intrínseca.
Para Van Gogh la pincelada hábil impresionista naturalista no sirve para
reflejar el mundo emotivo subjetivo ni el desgarramiento interno. El color
simboliza emociones, la pincelada también, de ahí la factura de una pincelada empastada,
agitada y muy nerviosa en algunos cuadros del artista. Los aspectos mencionados
respecto al color y su expresividad como los tipos de pincelada, (que sea
notoria la pincelada, el proceso, la hechura del cuadro) serán claramente una
influencia en los orígenes del fauvismo y el expresionismo del siglo XX.
Hacia
el final de la carta, se retoma el tema de la simplicidad, como uno de los
conceptos centrales en los que se sitúa Van Gogh, realizando mediante este
concepto una crítica al grupo impresionista y postimpresionista, recordando los
aprendizajes que emanaron de su relación con Pissarro y Gauguin e insiste en que habrá que
sintetizar las formas y planificar el color, no realizar claroscuros al modo
tradicional y por incidencia de la luz en los lugares como lo hicieran los
impresionistas ni acudir al puntillismo ni a las manchas no homogéneas. El
trazo es visible, intenso y marcado pero el color debe ser plano.
Aunque
la descripción del proyecto que tiene Van Gogh en su imaginación acerca de la
obra “El dormitorio de Arlés” es muy explicativa y clarificadora de las
preocupaciones artísticas del autor, parecería que tales descripciones de las
formas, colores, trazos, etc., no remitirían a la sensación de descanso y paz
mental, dada la cantidad de elementos, la exageración de formas, la cantidad de
colores a utilizar, su intensidad y yuxtaposición[2],
además de la cantidad de objetos descritos como parte del cuadro. El
enfrentamiento a la obra “El dormitorio de Arlés” ya realizada con
posterioridad a la carta que hemos comentado, nos confronta con una habitación
muy irreal, con colorido intenso, con una perspectiva distorsionada, aspectos
que al contrario de una paz mental producen un desencuentro, una tensión visual
y cierto desequilibrio mental. Todos estos aspectos, serán punto de
inflexión para el origen de corrientes como el fauvismo, en el que podemos
encontrar un cuerpo color azul o una cara color verde intenso y en el expresionismo donde
el color y la forma irrumpen mediante emocionalidades intensas y desbordadas.
[1]
Rosenblum, Robert y Janson H.W., El Arte del Siglo XIX, trad. De Beatriz
Dorao Martínez y Pedro López Barja de Quiroga, Akal, Madris, 1992, p. 506.
[2] Aquí otro elemento central para la pintura
posterior: El suelo de baldosas en rojo
cálido es mantenido en equilibrio espacial por el de las líneas recesivas en
azul frío, mientras el resto del cuadro se ha construido a base de equilibrio
de complementarios […] Unos cuantos elementos grandes en un lado del cuadro (la puerta y la cama a la
derecha) se equilibran con varios pequeños en el otro lado (la ventana, la mesa
de aseo, el espejo, las sillas de junco), lo cual anticipa las composiciones abstractas
de Piet Mondrian que compartía con Van Gogh la opinión de que la cualidad
afectiva del color la determina en parte su proximidad a otros colores y en
parte su cantidad Eisenman
Stephen, Crow, Luckacher, Nochlin, Pohl, Historia
Crítica del Arte del siglo XIX, Arte y Estética, Akal, Madrid, España,
2001. P. 316.