Si no viviéramos de los espejos
habría ahora un sucidio dentro del rostro que miras
y un eros camufleado en desvelo sin esperar nuestro eco.
Si no
Miro enfrente ese cuadro reflejante
que
Me contiene incompleta, podría hojear
Me
sin el arrebato que
Me causa ver
Mi imagen
que se dibuja de planos abstractos.
Si no viviéramos de los espejos
igualaríamos al espíritu que nos sacude las líneas de piel
imaginaríamos un rostro de niño o de monstruo.
Tal vez no sabríamos que alguien choca con una imagen nuestra.
Si los espejos no mudaran de piel
tampoco sabría
Yo de la escalera
que del otro lado
Me espera.
Habría espejismos de lo que somos.
Ninguna imagen consoladora
de la imagen que nos enseña
los mil rostros posibles,
la variabilidad de mil espíritus.