viernes, 5 de septiembre de 2008

Tengo en la oscuridad mi casa de follaje de árbol
con puertas y ventanas aladas, asemejan al color del diablo.
En el centro, una mesa sin pies tiene forma de pez.
Las cortinas son de lluvia, las robé del aguacero de ayer.
La tormenta está en mi alcoba, junto, la cama del subsuelo interno,
dentro, una caja donde guardo mis manos y mi serenidad perfecta.
Hay en el techo un cielo apacible, lo dejé morar en su sitio,
sólo le quité un cuervo que ahora respira y anida en mi cuerpo todos los días.
Me falta nombrar mi espejo. Su hechura zumba de presencias
pero casi siempre está vacío, a veces lo empañan los instantes con que duermo.
Hay un gato terco, su terquedad lo hizo tiempo.
Tengo una almhoada sin oidos y una lámpara con infinita luz.

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