miércoles, 6 de agosto de 2008
















Nadie siente mi quejido en calma,
mi forma solitaria de tiempo
mi voz latente, perjudicada,
apreciada por la nada.

Oigo el sucidio del cielo,
de esa muerte lenta en mis venas.
Oigo al cosmos jadeante.

La locura traspasa mi vientre
y escucha el sonido del cuento
que narra mi cuerpo.

Nadie siente.
.

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