Hoy, un golpe de desconcierto me subyace,
por esos días, con su lenguaje, Magritte me animaba a entender choques conceptuales.
Una noche, mucha cebada en una barra, muchas palabras y miradas simbolizantes,
un beso precipitado y, después de varios actos, un baile de la sinfonía no. 22 de Haydn.
Luego, esa mirada.
Nada imperfecto, sólo mi escepticismo subyugante, mi rodilla que tintinea incrédula,
mi acostumbrada monotonía de ver el tiempo alisado durante tantos instantes,
mi incapacidad de ver el mar internarse en mi cuerpo cada noche,
mi ceguera ante las nubes del cielo en mi ojo.
Hay en mi semblante una Reproducción prohibida, me miro... de otra forma
con mirada surrealista, en oníricas acciones. Me veo a mi, en mí,
sólo que a través de esa mirada,
la que de nuevo aparecía en aquel baile de Haydn,
la que sigue apareciendo cada vez que despierto.
El son de la zozobra
Hace 8 años