Hoy me descubrí y apareció un adicto, un yo
sometido a los caprichos del deseo: una vuelta de tuerca en el accidentado
camino de mi voluntad. Y al mismo tiempo apareces tú: soberana, serena,
inevitable; queriendo ocultar una belleza que se impone de tajo, sin
vacilaciones. ¿Quién eres? ¿Qué ví en tu mirada impenetrable y náufraga? Cuando
cierro los ojos apareces como la sobra de tu sombra; cuando los abro, también.
Estas palabras no tienen otra intención que
sublimar esos deseos que se encajan en mi piel cada vez que te veo. No es la
ambición de tenerte lo que me motiva a escribirte; es, antes que nada, un
tributo a lo que me haces sentir.
A.S.