Exhausta de elegir una abstracción entre otras,
darle forma, concretizarla, armarla
y amarla para luego deconstruirla.
Muerta de embeberme en un pensamiento tras del otro,
hasta alterar sus proto-formas y postergarlos
hasta tocar su olvido. Harta de valorizar o desmembrar
lo que un día nació como idea y tornó veces varias,
para mal morir más tarde con pena y sin gloria.
Cargada de miradas expectantes
de causa y efecto inútiles,
esfumables, como mis ojos y
la abstracción que se acerca
otra vez.
Postrada ante el inmundo mundo polisémico,
monopolizada por sus símbolos
y sus participativas paradojas.
Debo detener lo que gestó mi cabeza
y ahora redunda de ella. Debo deslindar
el cuerpo todo, toda mi vida.
Debo dejar de hacer esta cavilación
ahora mismo.