martes, 12 de enero de 2016

“La gran odalisca” Dominique Ingres, 1814





Por Verónica Alvarado

“La gran odalisca” Dominique Ingres, 1814

Si bien Ingres manifestó abiertamente su postura clasicista y su desdén absoluto por el romanticismo, acusándolo de demasiado sensual, sus obras no parecen reflejar dicha postura, dado que, sobre todo al final de su obra, aborda temas no clasicistas e incluso exóticos y se salta las reglas formales del Neoclasicismo.

Aunque el autor siempre respeta las líneas del dibujo (se interesó por la obra de los renacentistas y muestra una clara influencia de Rafael) deforma intencionalmente sus figuras y las estiliza arbitrariamente, además intensifica los colores. Así, se podría postular a Ingres como un pintor que transita claramente entre el Neoclasicismo y el romanticismo, como lo  mencionaron Theópile Gautier y Charles Baudelaire. 

“La Gran Odalisca” óleo de 1814, es una obra realizada en Italia, encargada por la Reina de Nápoles, Carolina, hermana de Napoleón, pero nunca le es entregada porque es derrocada antes de recibirla.  En esta obra el autor nos remite a un tema oriental. Se muestra a una mujer recargada en su antebrazo izquierdo, de espaldas, pero volteando la mitad del rostro hacia el espectador, su cuerpo descansa sobre un colchón cubierto de telas con pliegues muy marcados, azules, blancas  y ocres. Una serie de accesorios exóticos la acompañan, donde se centran los detalles, una joya o broche aperlado, un abanico de plumas que cae de su muñeca derecha, un turbante de tela ornamentada y una pipa que se recarga en un mueble a sus pies. Del lado izquierdo aparece una almohada azul y del lado derecho, al fondo, una cortina con muchos pliegues color azul intenso con figuras detalladas. El entorno del personaje es elegante y lujoso. 

El cuerpo femenino se torna inverosímil dado el efecto de alargamiento del torso, Ingres genera una desproporción anatómica intencionada  La pierna izquierda cruzada y que posa su talón sobre la pantorrilla derecha también aparece como una postura imposible. El cuerpo parece una escultura compacta. La línea del dibujo en todo el cuadro es perfecta, nunca se diluye y el color es uniforme. No parece haber gesticulación alguna en el rostro y sin embargo toda la imagen genera una expresión incitante de sensualidad Parecería una imagen contenida de artificios cuya rigidez y fantasía convencen al espectador  provocando el salto de lo artificial a lo emocional. 

“La gran odalisca”, se torna así una obra que, con muchos de sus elementos constitutivos, desafía la escuela académica y detona claras características del movimiento romántico.