domingo, 21 de febrero de 2010

PasaDo, preSente, fuTurO

Nuestras vidas son los ríos
que van a dar a la mar
que es el morir.
Jorge Manrique
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Me tengo a mí y al aire que ventila las ideas que hoy he puesto a secar. Hoy no quiero que me atraviese el pasado pero sí que perviva la memoria. Brindo por lo que ha sucedido, por lo que me mató, por la mentira desmentida, por el proceso que implica vivir, por el falso andar, por la tristeza acogida, por la sonrisa y por mi alegría, sin los que el presente de mi pasado hubiese nacido muerto.
Mi regla para lo de hoy es no tener regla, si he sido asá, hoy no lo soy. No creo en las esencias. Pertenezco, como Heráclito, al cambio, a la transformación y a la contrariedad. Me gusta la arena movediza, la cotidianidad con la que el azar suele dejarme perpleja. Hoy es siempre todavía.
La libertad es el semblante del devenir, no puedo imaginar lo que vendrá si no le antecede una serie de acciones libres, aun ante la fortuna y el azar el futuro es un efecto de mis actos. Aquí, hago un llamado al silencio. El futuro es una de esas cosas de las que no se puede hablar y ante las que es mejor callar.
Soy manantial, río y mar.
Soy, en cada momento, infancia, juventud y vejez.

martes, 16 de febrero de 2010

Libertad y prójimO



(TERCERA Y ÚLTIMA ENTREGA)





Sartre ha dicho:

“La acción decide acerca de sus fines y de sus móviles y esa es la expresión de la libertad”[1]

Obvio, Mi estudiante tiene sus propios fines, fines que no son los míos. Su acto de no denunciar y permanecer en donde está es un acto de libertad. Esto esclarece la idea de Sartre cuando dice que no hay una libertad común “a lo otro y a mí”. La libertad carece de esencia. De nuevo afirmo la obviedad, los móviles y los fines del “otro” no son los míos. Lo que sucede tal vez es que al buscar de manera individual, la libertad como un fin, deseamos esa libertad como fin para todos los demás.

Soy para la estudiante de la que hablo, lo otro, la alteridad, la que sólo con mirar los golpes en su cara, le muestra algo, la enjuicia, la valora, etc.
En estos casos, a veces sin pretenderlo, uno se convierte en esa brújula o indicador de fines para el otro, yo al menos esperaría serlo para Marina, quizá ese indicador que le permita tomar distancia de su situación y la mire desde otra persectiva.

En la situación que plantea este texto así como en cada acto del ser humano, se ha manifestado la libertad, por lo que haciendo uso de esta misma y en un acto hermenéutico diría que bajo el ojo sartreano no puedo intentar “ponerme en los zapatos del otro”, valga la expresión cotidiana, sino que “desde mis zapatos” entender por qué el otro actúa de la forma en que lo hace o al menos enterarme de que hay móviles y fines totalmente distintos a los míos que fundamentan los actos ajenos. Quizá entonces entienda que hay móviles que fundamentan el acto de Marina de “no hacer nada”, aunque en ese acto de “no hacer” ya este inscrito su acto de libertad.


[1] Sartre, El Ser y la nada, p.