miércoles, 18 de marzo de 2009

dEscriPciÓn

Expulsas por los poros
tu hibridez anónima.

Tienes la niñez absoluta
entretejiendo tus manos y tus actos
aun sabes escuchar al silencio
y habitar el aspaviento

Te miras y reconoces en el viento
no necesitas del espejo que se suele
sostener para aterrizar lo pies.

Eres imaginario andante
con la furia de la luz atravesándote.
Cruzas el semblante de la vida
resucitando de lo eterno.

Tienes para mí, la forma que tallé
tantas veces en mi piedra nocturna
eres sustancia y piel de astro
todo eso siendo, además, real.

miércoles, 4 de marzo de 2009

El espejo roto: la risa


Esta corona del que rie,
esta corona de rosas ¡a
vosotros hermanos míos,
os arrojo esta corona!
Yo he santificado el reír;
vosotros hombres superiores,
aprended - ¡a reír!
F. Nietzsche



Parecerá algo raro detenernos en reflexionar sobre este tema pues reímos y ya. A veces sólo reír nos salva. La vida cotidiana nos envuelve en tal automatismo que olvidamos preguntarnos de manera profunda cosas como esta ¿qué es la risa?. La risa nos hace desbordar, parece, que nos resolvemos mediante ella, o que resolvemos “algo”, celebramos, agradecemos, etc. ¿Acaso no descubre un límite que nos detiene en un punto de total libertad?

En lo siguiente, se expone lo que Georges Bataille nos hace entrever en su obra acerca de la risa. Qué es eso que, como este autor cita, conforma en nosotros esos “ruidos explosivos de la laringe”. ¿Qué logra en nosotros ese momento suspensivo de la risa?. En este sentido, en suspenso de qué nos deja la risa.

La risa aparece como un desequilibrio, una perturbación íntima, una sacudida sin previsión, una puesta en suspensión. Pero en realidad sabemos por qué reímos. Sabemos hacer reír y nos hacen reír. La cuestión aquí no atiende a meros momentos particulares de risa sino a una reflexión del por qué de reír.

Autores como Bergson o Pagnol son reconocidos en la obra de Bataille por su reflexión sobre la risa. El primero dirá que la risa surge de una mecanicidad adherida a lo vivo, el segundo habla de un sentimiento de superioridad por parte del que ríe. Sin embargo, Bataille queda insatisfecho con estas teorías que, además, a su modo de ver, aíslan la reacción de la risa de otras reacciones posibles, haciendo tal especificación de esta en sus teorías, que no se alcanza a cubrir algunos casos donde es posible que se desborde.

En la obra de Bataille la risa es una palabra que aparece intermitente. Esto tiene que ver con toda la visión que expone del saber y el no-saber. Inicio por explicar, a groso modo, lo que este autor entiende por saber.

Para Bataille, la vida que hacemos correr, la cotidianidad que los hombres ponemos a trabajar nos crea nuestro propio mundo. Así, nos proyectamos en ese mundo de lo conocido, en ese ámbito estable y ordenado que los propios hombres construimos paulatinamente como saber. El saber es el resultado de la acción humana, se levanta como la historia de la necesidad vital humana, tenemos que saber, para sobrevivir.

La realidad que vivimos está construida de recortes, clasificaciones, intereses y convenciones. Lo real se ha ordenado bajo el dictamen de la mirada del hombre, así, la realidad se hace inteligible y capaz de responder a las preguntas humanas. En este sentido, el saber limita la existencia. Nos hacemos de un proyecto, éste se conforma como el mundo que habitamos, un mundo de acciones que nos da estabilidad.

El mundo está a la mano, elaborado desde y por el saber, podemos manipularlo, aprehenderlo, es decir, representárnoslo.

Ante este saber que se configura desde y para el hombre, proporcionándole una aparente estabilidad, ¿qué es lo desconocido?. Para Bataille lo desconocido recae en lo imprevisible. Algo que nos proporciona un efecto de lo desconocido, es lo que irrumpe sin aviso. Lo desconocido es el abismo que se descubre bajo nuestra pisada que se creía segura y estable.

[...] el terreno de lo conocido es, al menos en cierto modo, un terreno estable, donde uno se reconoce, donde uno se ubica, mientras que en lo desconocido no hay forzosamente movimiento, las cosas pueden estar por completo inmóviles , pero no hay garantía de estabilidad.[1]

La Risa es para Bataille un aspecto de lo desconocido. Cuando reímos salimos de ese mundo estable en el que nos reconocemos, viramos hacia lo no conocido. El mundo que nos da seguridad, el mundo del saber que parece estático nos ha engañado no es tan seguro ni tan estable. De este modo:

De un extremo al otro de esta vida humana que nos ha tocado en suerte, la conciencia de la escasez de estabilidad, incluso de la profunda falta de toda verdadera estabilidad, libera los encantos de la risa[2]

La risa se nos muestra como ese paso de lo conocido a lo desconocido. Así, aparece lo que no habíamos alcanzado a través del conocimiento.

Reír hace expulsar una tensión que proclama el saber, estamos ante el límite de lo posible, a la altura de lo imposible. La constante necedad humana, el intento tras intento de estatizar el ser, lleva al hombre al desgarramiento y la angustia, su incesante preocupación por querer ser todo esconde tras de sí varios deslizamientos. La risa sabe de estos escollos. “La risa presiente el desgarramiento de la cumbre: que nuestra voluntad de fijar el ser está maldita”[3]
Aunque reír se designa como ese salto de lo conocido a lo desconocido, no falta la aclaración bataillana de que no necesariamente cada vez que aparezca lo repentino, lo imprevisible, reiremos. Un temblor, por ejemplo, rara vez nos haría reír. Según Bataille por esto no debemos aislar la risa como una reacción sin más. Ésta es sólo una posible reacción que emerge entre un cúmulo de posibles reacciones respecto a un mismo hecho.

Lo desconocido puede mostrarnos su rostro bajo el velo de muy diversas formas, la suspensión de lo conocido produce variados efectos; la risa, las lagrimas, la poesía, el éxtasis, etc. Todos ellos son reacciones que suspenden lo conocido. Son, de algún modo, experiencias del no saber.

Nuestro saber; estabilidad en nuestras acciones , creencias, códigos, parecen mezclarse con las suspensiones de estas mismas acciones y creencias. En otras palabras, esta alternancia de movimientos y reposos parece no tener fin. ¿Acaso jugamos o juegan con nosotros? Todo esto ¿no aparece a nuestros ojos como un juego?. En efecto, Bataille se lo figura como un juego en el que los hombres estamos insertos, un juego que nos descubre que hay algo que sobrepasa nuestras conductas y creencias comunes. La risa es una reacción que muestra el desborde de las acciones comunes y corrientes que sustentan la cotidianidad. Bataille nos dice: "El mundo es todo él lo que somos, está en juego, nada existe en él que no esté en juego [...]el hombre es un dado trágico"[1]

También sobre el juego en “El culpable” escribe: "En la sensación de que el mundo juega en mí, encuentro la exultación, el acuerdo con la vanidad, el infantilismo, lo cómico. Soy una tirada de dados, tal es mi fuerza" [2]

En medio de la risa, ese juego que nos revela la inestabilidad, las creencias o conductas no pueden sobrevivir como dogma, no hay creencias privilegiadas, por eso la risa nos hace estallar.

Bataille está filosofando sin presuposiciones, filosofa, sin filosofía. Las creencias no tienen un lugar y sólo uno, son móviles, juegan a estar en un lugar o en otro Se trasponen y transitan, a través del movimiento de la risa, variadas formas y posiciones.

El movimiento de la risa nos coloca ante una experiencia que desdeña la vida profana, es decir, es una experiencia que nos separa de la vida común, es en este sentido un rechazo a esa vida que nosotros mismos hemos forjado (una vida común en la que los hombres mismos nos reconocemos, que reconocemos como proyecto y discurso). Así, hay una clase de obstáculos como la risa que es: “[...] lo que en el hombre es irreductible al proyecto: la existencia no discursiva, la risa, el éxtasis que unen –en último lugar- el hombre a la negación del proyecto que, sin embargo, él es”[3]

Por otro lado, en cuanto a la alegría que supone la risa, Bataille no la separa de lo trágico, pues seguimos en medio de este juego que nos arrastra de lo alegre a lo trágico:

La risa común supone la ausencia de una verdadera angustia y, sin embargo, no tiene otro origen que la angustia. Lo que la engendra justifica tu miedo. No se puede concebir que, caído, no sabes de donde, en esta inmensidad desconocida, abandonado a la enigmática soledad, condenado para acabar a hundirte en el sugrimiento, no te sientas presa de la angustia. [...] No podrías llegar a ser el espejo de una realidad desgarradora si no debieras romperte...[4]

Después de mirar el desgarramiento, incluso en el desgarramiento mismo cuando reímos es que hemos sobrepasado el dolor, es decir, hemos dominado y aclarado lo trágico. Podemos reír sin dolor, ya sin peso. Respecto a lo anterior Bataille cita a Nietzsche: “ver a las naturalezas trágicas hundirse y poder reirse, eso es divino” lo que concuerda con Bataille en la idea de que [...] el hombre es divino en la experiencia de sus límites[5] La risa altera y refuta la experiencia ordinaria, nos revela el límite, esa otra posibilidad no permitida.

Ahora bien, en el tambalear risueño que contradice al saber, este no se abandona, sino que lo rechazamos momentáneamente. Cuando reímos, no destruimos en “el fondo” el saber suprimido, sino que lo conservamos, manteniendo, de algún modo, nuestras creencias, esto es parte del juego en el que nos balanceamos.

Para Bataille hay, sí, muchas preguntas que no caben, pero también hay misterios: "El misterio más curioso que se da en la risa proviene de hecho de que nos regocijemos de algo que pone en peligro el equilibrio de la vida, nos regocijamos de eso aun de la manera más animada"[6]

La risa es algo que nos gusta, nos embriaga reir tanto como llorar, nos es agradable hacerlo. Nos proporcionan un consuelo que nos excede y nos produce placer.

La risa, caracterizada como lo desconocido, tiene otro aspecto, que no es una experiencia negativa limitada, es una experiencia totalmente negativa. Es un efecto cognoscible del no- saber .

Las creencias y los dogmas se suspenden cuando la risa contraviene, su juego no permite la unicidad de posibilidades. Los jugadores requieren la audacia que requiere jugar, pues no hay puntos seguros, el movimiento es brusco e inexacto.

El espejo que nos hemos construido mediante el saber, en el que reflejamos un discurso y un proyecto, es decir, el mundo en que nos movemos, se rompe cuando de pronto reímos, la ruptura duele, la risa nos consuela.


[1] La obscuridad no miente p.61
[2] El culpable p. 129.
[3] La experiencia interior, p. 100
[4] Ibíd. P. 118
[5] El culpable p. 127
[6] La obscuridad no miente, p. 127
[1] Ibíd. p. 113
[2] La experiencia interior, P. 117
[3] Ibíd. P. 112.
Bibliografía
Bataille Georges, La obscuridad no miente, selección, traducción y epílogo de Ignacio Díaz de la Serna, Taurus, México, 2001.
----------------------, La experiencia interior, trad. de Fernando Savater, Taurus, Madrid, 1972.
----------------------, El Culpable, trad. de Fernando Savater, Taurus, Madrid, 1974.